viernes, 15 de abril de 2016

Andrés Bódalo, la resistencia de una clase que se niega a morir


"... El problema real es que el modelo de Andalucía construido por el PSOE está agotado y empiezan a aparecer síntomas de crisis. En este contexto, la represión se convierte en algo funcional y nada episódico. La gravedad del encarcelamiento de Andrés Bódalo es que señala el inicio de una nueva etapa, de una nueva relación entre el PSOE andaluz y el movimiento jornalero, basado en el autoritarismo, la limitación de los derechos laborales y sociales y la reducción de los servicios públicos. Para leer artículo completo pinchar el enlace"

Andrés Bódalo, el pasado día 30 , cuando fue detenido por la policía para ser conducido a prisión. / J. M. Pedrosa (Efe)


La estrategia de Sánchez. Dificultades del partido del régimen

"...Ahora parece que la fiesta se acabó y empieza lo duro. Se puede decir que la estrategia de Pedro Sánchez ha sido muy coherente con la tradición del partido de Felipe González y con las posibilidades que brindaba una realidad nada fácil de gobernar.
La fortaleza del secretario general del PSOE ha sido no aceptar las propuestas de un gobierno de concentración y unidad con el Partido Popular y polarizarse con la derecha para impedir el triunfo de Podemos. Aquí aparece una contradicción que ha gobernado y gobernará este interregno que nos encamina hacia nuevas elecciones.
Tanto el PP como el PSOE se oponen, desde su autonomía relativa, a las directrices que vienen de los poderes económicos y que representa como nadie Ciudadanos, su partido. Su propuesta es clara: todos contra Podemos para asegurar la enésima restauración borbónica en nuestro país."
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El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en 2014. / Álvaro Minguito

Francia, noches que dan luz


 "Lo específico en esta fase —empieza a ser ya una tradición en la UE— es que lo que no pudo hacer la derecha, lo está intentando hacer la izquierda que sobrevive en torno a François Hollande. El “sacrificio”, el “suicidio” del socialismo francés demuestra hasta qué punto las élites y los aparatos partidarios están, no solo apartados, sino contra su pueblo, contra sus gentes, sus derechos, su futuro. La política que ha hecho Hollande no se atrevió a hacerla Sarkozy y, sobre todo, después de los atentados puede terminar poniendo en peligro la viabilidad de Francia como Estado, pueblo y nación".Leer artículo completo en el enlace

Miembros del movimiento indignado francés, bautizado como ‘Noche en pié’, ayer, durante una asamblea en la Plaza de la República de París. / Ian Langsdon (Efe)

lunes, 16 de noviembre de 2015

Portugal, el segundo ensayo

Celebración de la izquierda de la moción de rechazo al primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho, el pasado martes, 10 de noviembre. / Miguel A. Lopes (Efe)
Vivimos en la excepción y no en la normalidad. La fase va a estar marcada por la inestabilidad, el conflicto y el cierre en falso de crisis abiertas o por abrir. No es exagerado lo que digo, llevamos así desde el 2007 y muchos observadores avizoran en el horizonte una nueva crisis financiera internacional. ¿Catastrofismo? Para nada. No está escrito en las estrellas que del mal venga garantizado el bien y con ello la redención.
Lo que está pasando en el vecino Portugal es todo menos normalidad. Un presidente de la república que impone un gobierno sabiendo que pronto caerá (como así ha sido) y que lanza una filípica contra la catástrofe geopolítica y hasta cósmica de un gobierno de izquierdas. Un Partido Socialista que, contra todo pronóstico, abre un proceso de negociación con el Bloque de Izquierdas y, sorpresa mayor, con el Partido Comunista. Lo del Bloque parecía previsible pero no probable; en la campaña electoral este partido mostró su disponibilidad para llegar a un acuerdo con las demás fuerzas de izquierda, siempre que hubiese un rechazo claro y nítido a las políticas austericidas de la Troika. Lo del PCP es, por decirlo de alguna manera, singular y, en muchos sentidos, excepcional. El ‘proyecto patriótico e internacionalista’ de los comunistas portugueses le había enfrentado con muchísima dureza al Partido Socialista y, en parte, al Bloque de Izquierdas. ( Continúar leyendo aquí -->)

jueves, 5 de noviembre de 2015

Recuperación regresiva o recuperación progresiva: la necesidad de un nuevo modelo productivo y de poder

Se han hecho muchos análisis para entender el largo ciclo de acumulación capitalista en España desde 1994 al 2007. No hay demasiadas cosas que añadir. Querría fijarme ahora en algunos aspectos que, aunque conocidos, hay que tenerlos en cuenta para el nuevo papel que va a jugar España en la división del trabajo que se está configurando en la Unión Europea y, específicamente, en la zona euro. Los rasgos a los que me voy a referir ya existían en la anterior etapa y, a mi juicio, se agravarán en el futuro. La tesis que se defiende es que la recuperación regresiva que estamos viviendo va a acentuar todas las malformaciones y debilidades estructurales de nuestra economía y que es necesaria una nueva política y un cambio en las relaciones de poder existentes en nuestro país.
Hablar de recuperación regresiva es jugar conscientemente con elementos aparentemente contradictorios; como suele decirse, lo contradictorio está en la realidad y no en los conceptos que empleamos. En el anterior ciclo, desde 1995 al 2007, en el momento de su máximo esplendor, se daban cinco rasgos que, de una u otra manera, siguen presentes en nuestra realidad y que vienen para quedarse:
El enorme crecimiento de las desigualdades sociales, de género y territoriales.
La estabilización de la pobreza en torno a un 20% —hay que subrayarlo— en momentos de crecimiento y de máxima generación de empleo.
La precarización general de las relaciones laborales.
La destrucción sistemática del medio ambiente.
La corrupción como sistema y como requisito estructural del modelo económico vigente.
Todo esto en un entorno general de dependencia económico-financiera y de subalternidad política creciente del Estado español.
Estos cinco rasgos, donde el problema de la deuda privada que deviene en pública va a seguir siendo fundamental, se han agravado con la crisis, pero —y es lo fundamental— configuran ya el tipo de modelo productivo que han ido configurando las políticas de crisis, eso que se ha venido a llamar políticas de austeridad. (Seguir leyendo aquí -->)

domingo, 18 de octubre de 2015

Después de diciembre viene enero:unidad para la alternativa



Para Javier Aguilera Galera
nuestro hombre en ‘La Guita’

En la izquierda, la división es la norma y la excepción la unidad. Por decir estas cosas algunos de nosotros hemos sido duramente criticados y descalificados. Lo que queríamos decir era relativamente simple: hay motivos objetivos y subjetivos para la división; la centralidad es siempre la política, el proyecto, el programa. Cuando, además, la motivación básica es la electoral, la cosa es siempre más difícil. No parece demasiado exagerado, creo.
La alianza Podemos-IU nunca fue fácil. De un lado, Podemos surgió, en un cierto sentido, de IU y rápidamente ocupó su espacio político. Podemos es un embrión de partido, trabajosamente está definiendo una identidad y con enormes dificultades está construyendo una organización sin un equipo dirigente consolidado y articulado. De otro lado, IU vive una situación muy contradictoria. En cierto modo se siente golpeada por la historia en forma de Podemos. Conviven dos modos de enfocar el momento, unos ponen el acento en los errores propios, en las equivocaciones, en los fallos de dirección política, y otros buscan explicaciones autojustificadoras poniendo el acento en el enemigo externo, cosa que siempre funciona bien en una fuerza que se ha construido en la resistencia, y que vive en una travesía de desierto casi permanente.
Podemos e IU tienen que definirse y redefinirse en un ciclo electoral marcado por la crisis del régimen del 78 y por un proyecto restaurador que se acelera. Desde enero, Podemos ha sido enormemente golpeado por los poderes de una casta que expresa una ‘trama’ firmemente empeñada en controlar nuestro futuro colectivo. A ello Podemos ha resistido no demasiado bien. A los conflictos internos embrionarios le ha seguido una pérdida notable de dirección política y de tensión político-organizativa. El discurso fresco, audaz y de oposición de las europeas se ha ido progresivamente desarticulado en el contexto de unas elecciones (andaluzas, autonómicas, municipales, catalanas) que eran las más difíciles para un partido joven y en construcción.
IU se ha encontrado ante una situación que le ha obligado a cambiar de discurso y de estrategia en medio del ciclo electoral. Las elecciones municipales y autonómicas se hicieron en clave identitaria: fueron un fracaso político. Es cierto que los resultados en las municipales ponían de manifiesto que IU sigue siendo una organización sólida, a pesar de la orientación prevaleciente en su dirección. Constatado el fracaso, se puso tarde y mal al frente de la operación a Alberto Garzón, siempre tutelado por la dirección real de IU. El cambió fue sustancial pero, al final, de lo que se trataba era de sobrevivir como organización y hacerlo con dignidad. No era fácil.
En una coyuntura tan compleja como la actual, la metodología unitaria ha sido, desde el principio, inadecuada. No se puso el acento en las dificultades de la negociación, se crearon falsas expectativas y los mecanismos de gestión de los conflictos fueron muy pobres. De hecho, fue un debate entre Alberto y Pablo, que no conocemos bien y al que le faltó política. Se empezó por lo último y se terminó mal. Situar como prioritario el debate sobres listas electorales y la colocación en las mismas no ayudó demasiado. Ahora pagamos las consecuencias.
La unidad, y sobre ello la experiencia histórica es inmensa, resulta casi siempre un proceso complejo, trabajoso y, a veces, duro, muy duro; insisto proceso, es decir, acuerdos, desacuerdos, conflictos, marchas atrás, marchas hacia adelante. La vida misma. Hay muchas formas de unidad: la programática, la electoral, la estratégica. Mas allá de los juegos florales en torno a la nueva o la vieja política, la unidad electoral era, aquí y ahora, la más difícil, partiendo de la realidad objetiva de lo que hoy es Podemos y lo que hoy es IU. Ser realista no es pedir lo imposible sino hacer posible lo que hoy parece imposible y eso significa una dirección política capaz y cohesionada y objetivos políticos claros.
Hemos discutido mucho de la unidad popular y del partido orgánico. Ha sido, hoy se ve con claridad, un debate abstracto, mala teoría en su sentido más genuino, a saber, guía para la acción práctica que tiene como objetivo la transformación de la sociedad, sabiendo, hay que subrayarlo, que la historia avanza a saltos, combinando períodos de normalidad y de excepción. Lo peor de esta coyuntura político-social es que llegamos a ella con un potencial subjetivo débil, con una dirección política inexperta y sin un proyecto alternativo a la altura de los tiempos, con apoyos orgánicos nada firmes y una movilización menguante. El tiempo transcurrido no ha mejorado la situación, corriéndose el riesgo, cada vez más evidente, de que los que mandan y no se presentan a las elecciones nos impongan una nueva transición/restauración oligárquica en nuestro país. Esta cuestión era y es la decisiva. Debería haber sido el centro del debate.
¿Había otra alternativa? Siempre la hubo y la sigue habiendo hoy. Primero, reconocimiento mutuo, como fuerzas aliadas en el objetivo común de avanzar hacia la ruptura democrática en nuestro país. Segundo, situar la política en el eje de la discusión y que el debate fuese más allá de las propias organizaciones. Esto significa tener un análisis consensuado y una propuesta política-programática, en la medida de lo posible, unitaria. Tercero, la unidad electoral no es la única posible; nuestro sistema electoral, es cierto, requiere acuerdos entre las fuerzas políticas alternativas; muchas veces, las más, la unidad suma y hasta multiplica; esto es verdad, pero no es siempre posible. Unidad de acción, acuerdos programáticos e iniciativas comunes podían ser posibles sin necesidad de ir juntos en una misma plancha electoral. Se dirá que estas son propuestas ilusorias. No lo creo, ejemplo: IU y Podemos irán juntas en Cataluña y Galicia y en las demás parte del Estado separadas: ¿Son elecciones normales para la izquierda?.
Ahora hay que gestionar la derrota de la unidad, es decir, de las percepciones creadas y ahora defraudadas. Los unitarios de cada lado son los que pierden y los ‘duros’ los que vencen. Lo que viene, si no se sabe evitar, va a ser complicado: una guerra cainita entre dos formaciones políticas en un espacio político electoral que amenaza con disminuir y que puede hacerlo aún más. El ‘enemigo’ será el más próximo y, mientras, la recomposición de las fuerzas del sistema avanza aceleradamente y las organizaciones alternativas pierden fuerza y capacidad para actuar como sujeto político autónomo. Todo el poder para las élites económicas, políticas y mediáticas: una crisis que comenzó por abajo y por la izquierda pasa ahora a ser reconducida, dirigida, por arriba y hacía la derecha.
Después de diciembre, llegará enero. Todos sabemos que lo que pase en enero estará muy marcado por los resultados electorales. Sabemos una cosa con certeza: nada será igual como antes, la anormalidad seguirá siendo la norma y todo, todas y todos, serán cuestionados. En el centro el ‘Partido orgánico’: iniciar los pasos hacia la creación de una gran fuerza demócrata-socialista, republicana, ecofeminista, con voluntad del gobierno y de poder. El futuro se construye hoy.
Publicado en Cuarto Poder

Ya está en la librerías: Por un nuevo proyecto de país

¿Qué país queremos construir? ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué obstáculos encontraremos en el camino? Manolo Monereo y Héctor Illueca abordan en este libro una serie de cuestiones de capital importancia en la actual coyuntura histórica. Con implacable lucidez, los autores argumentan que los poderosos han capturado al Estado y lo han puesto a su servicio, erigiendo una trama compacta y sin fisuras de poder económico, mediático y político, en complicidad con el establishment alemán y perfectamente articulada en el proceso de construcción europea.


 Mas información en Viejo Topo

Entrevista

lunes, 12 de octubre de 2015

Después de las elecciones en Cataluña, necesitamos un nuevo proyecto de país

¿Estamos interiorizando la derrota? Creo que sí. Las señales empiezan a estar ahí. Parecería que la única lección que se saca de las elecciones catalanas es el fracaso de Catalunya sí que es pot, derivadamente, de Podemos y, más allá, de Pablo Iglesias. Si el primer intento serio de unidad es percibido como derrota, si no se explica bien, lo que viene después es conocido, la lucha, el combate por la unidad ya no tendría sentido y que cada cual debería buscarse su propio nicho electoral, aunque sea a costa de un conflicto muy serio en un mismo bloque político- social .

Asombra el coyunturalismo y el electoralismo ciego. Hay diversas maneras de entender e interpretar los resultados de las elecciones en Cataluña. Yo no lo voy a hacer ahora, tiempo habrá. Solo prestar atención en sus consecuencias para el conjunto de

l Estado, entre otras cosas, porque si algo dice la experiencia de estos últimos años es que las percepciones, los marcos y los análisis son cada vez más diferenciados en uno o en el otro lado del Ebro. Creo que es posible un acuerdo de carácter general: eran las elecciones más difíciles para la izquierda transformadora y alternativa. Se pagan facturas viejas y nuevas; la fundamental, la carencia de un proyecto alternativo de país. Se ha intentado durante la campaña y se vio, casi desde el principio, que el asunto no funcionaba; meter el eje de clase, del conflicto social en una campaña convertida en un plebiscito entre el sí y el no a la independencia, era muy difícil y los resultados así lo prueban.

Es seguro que, tanto la dirección de Catalunya sí que es pot como la de Podemos, eran plenamente conscientes de que ésta era la gran dificultad a vencer. Hay que reconocer la derrota, discutir a fondo sus causas, los errores cometidos y, sobre todo, rectificar la línea principal, a saber: no ser como ellos, diferenciarse y hacer una propuesta comprensible para la mayoría de la sociedad. Las victorias van, casi siempre, precedidas de derrotas y sabemos perfectamente que las únicas batallas que se pierden son las que no se dan. Las elecciones catalanas deberían de dar para mucho y no quedarse en el puro y simple partidismo de los que siempre están dispuestos a aprovechar la valoración de unos resultados electorales para justificar el sectarismo y la prepotencia.

Se está olvidando lo fundamental, que podría plantearse del siguiente modo: las elecciones en Cataluña, ¿favorecen la restauración o contribuyen a la ruptura? Este debería ser el criterio básico de evaluación. La resultante es contradictoria y con su punto de ambigüedad. Es cierto que la crisis del régimen se acentúa y que la llamada “cuestión catalana” va a estar ahí como problema real durante mucho tiempo. También parece evidente que el anunciado avance electoral de Ciudadanos nos dice que el régimen ha sabido fabricar una fuerza de recambio y que ya existe una derecha alternativa al PP, que le disputará el centro al PSOE; el partido de Pedro Sánchez no se hunde y, lo fundamental para ellos, sigue por delante de Podemos. Analistas de diverso signo han puesto el acento en la profunda y duradera fractura de la sociedad catalana; visto desde la distancia -que como antes se dijo es algo más que espacio- lo sobresaliente sería que por primera vez el voto despectivamente llamado “españolista” no solo se moviliza en una elecciones autonómicas sino que se organiza como alternativa política al independentismo. Lo que se daba de forma fragmentaria y difusa en la sociedad, se traduce en voto y se hace política.

Hace unos meses argumentábamos que la crisis del bipartidismo era una de las varias expresiones de la crisis del régimen. No nos equivocábamos. Con Ciudadanos la cosa cambia, desde el propio régimen, desde los poderes reales, se fabrica y organiza la expansión de una fuerza política “nueva”, “joven” y “moderna” capaz de construir una nueva centralidad en la política española desde un programa de “renovación” neoliberal de verdad, es decir, conducir la enésima y penúltima restauración monárquica en España. El triunfo sería realmente histórico: cerrar por arriba y por la derecha una crisis de régimen que empezó por abajo y por la izquierda.

Cuando se dice que Sí que es pot y Podemos han fracasado, lo que se está diciendo realmente es que se está construyendo una correlación de fuerzas contra el cambio y que la transformación está siendo sustituida por el transformismo, es decir, por una operación política dirigida y organizada por la trama económica, mediática y financiera dominante. Esto es lo que debería preocuparnos. Llevamos tiempo discutiendo de listas, de coaliciones, con un movimiento social estancado y sin perspectivas, sin un proyecto de país alternativo y sin responder eficazmente a los envites del poder. Llevamos meses a la defensiva, con un goteo de malas noticias y con la experiencia de Grecia pisándonos los talones. Ahora no sabemos demasiado bien si lo que estamos vistiendo es la unidad o a quién culpabilizar de la división. En medio, las gentes que siguen aspirando a una sociedad más justa e igualitaria, a construir un futuro para todos y, especialmente, para los jóvenes condenados a la precariedad, a salarios de pobreza, a la inseguridad permanente y a la emigración.

¿Esto qué significa? Que los de abajo, los hombres y mujeres comunes viven ya con el miedo en el cuerpo. Cuando no hay salida colectiva, el sálvese quien pueda se impone. La restauración en ciernes puede ganar y duraderamente. Es esto lo que hoy está en juego en nuestro país. Hay un “plan B” de las fuerzas del régimen que se está cociendo a fuego lento y discutiéndose en las covachuelas del poder. Ese plan tiene dos ejes claves, modificar el sistema electoral en un sentido aún más mayoritario y reformar la Constitución orientándola hacia la recentralización político-administrativa, el autoritarismo social y la defensa de las políticas que vienen de la Unión Europea, es decir, poner fin a los elementos progresivos de la Constitución vigente y constitucionalizar formalmente la nueva correlación de fuerzas organizada por las clases dominantes. Ciudadanos podría convertirse en el eje de la transformación política en el país; aparentemente, combatiendo a la casta, a la partidocracia y a la corrupción y, en la práctica, realizando la otra “revolución pendiente”: el neoliberalismo hasta el final en íntima alianza con la troika.

Hemos hablado mucho de gobierno de coalición PP-PSOE. Con el avance de Ciudadanos la perspectiva cambia; estos pueden gobernar tanto a derecha como a izquierda, aliándose bien con el PP, bien con el PSOE, convirtiéndose en la nueva centralidad política del país. De ahí la enorme importancia de la reforma de la Constitución con el objetivo explícito de adaptarla a la UE que, en lo concreto, significa aceptar el papel periférico y subalterno que se está imponiendo en la Europa alemana del euro. Para que se me entienda con claridad: un país dependiente, un protectorado como España, no puede tener un Estado social digno de ese nombre, no puede tener derechos sociales y sindicales avanzados y libertades reales para las mayorías sociales.


Ahora que nos estamos jugando la unidad y que se empieza a interiorizar la derrota, deberíamos volver a la política en grande y combatir a los que, de nuevo, quieren imponer el partidismo estrecho y el sectarismo de siempre. Ahora más que nunca, hay que hacer política, cerrar lo antes posible los debates de las listas y situar en el centro los problemas de nuestras gentes. Tenemos dos meses para recuperarnos. El “sí se puede” que gritamos cada vez que nos juntamos sigue teniendo pueblo y ciudadanía detrás. Hace falta un proyecto claro y diferenciado que diga quienes son los enemigos y cómo combatirlos; que denuncie con precisión lo que significa el programa restaurador neoliberal en curso y que defienda un proyecto de país alternativo.