viernes, 5 de febrero de 2010

EL LENTO DECLIVE DE LA HEGEMONÍA USAMERICANA


Hace un año que el Consejo Nacional de Inteligencia de Usamerica hizo público su último informe titulado "Tendencias Globales en 2025" (El País,22-11-2008). Como es sabido, Michael T. Klare lo ha señalado en estos días, este centro es una conocida filial de la CIA especializado en análisis prospectivos de de las grandes tendencias de la economía y de las relaciones internacionales analizadas, no hace falta subrayarlo, desde el punto de vista y los intereses de la Administración de los EEUU.

Lo más significativo de dicho informe es que, por primera vez, un organismo oficial reconoce públicamente que "el dominio económico, político y militar de Estados Unidos en el mundo se debilitará progresivamente en las próximas dos décadas, dando paso a un nuevo equilibrio multipolar con una mayor presencia en la escena internacional de nuevos competidores como la India y China". Para los analistas del CNI, el poder económico y la riqueza se desplazarán progresivamente hacia Asia y que China emergerá como una gran potencia con la que necesariamente habrá que contar en el futuro.

Hasta aquí nada demasiado nuevo, quizás lo más sobresaliente esté en la importancia dada a la disputa por los recursos naturales (agua, energía) y el énfasis en las cuestiones ecológico-sociales como determinantes de los conflictos geopolíticos futuros de un mundo "global y multipolar". Un dato sí que llama la atención y es que, para los mencionados analistas, uno de los peligros más relevantes es que el tipo de capitalismo de las nuevas potencias emergentes es mucho más estatalista e intervencionista que el llamado modelo occidental.

Es necesario constatar que dicho informe se elaboró antes que se conocieran las dimensiones reales de la crisis económico-financiera norteamericana y que algunas de sus profecías se han cumplido mucho antes de lo esperado, hasta el punto que ya en estos días se ha hablado, con toda normalidad, de la emergencia de una nueva bipolaridad Usa-China ordenadora del mundo. En poco más de un año se ha pasado del G-7 (más Rusia) al llamado G-20 y que de nuevo (¡cuantas veces se repetirá esto en los próximos años!) se reconoce que es necesario configurar un nuevo orden internacional más justo y democrático.

Situar el tema de la crisis económica-financiera ayuda mucho a conocer los perfiles de una crisis de hegemonía largamente anunciada y da pistas de la conexión profunda entre los llamados ciclos sistémicos de acumulación y los ciclos hegemónicos tal como el recientemente fallecido Giovanni Arrighi analizó con tanta brillantez y rigor histórico. Efectivamente, si enfocamos el asunto desde la crisis de los años 70, veremos con toda claridad que la contrarrevolución neoliberal, la financiarización de la economía y la llamada globalización son parte, también, de la respuesta Usamericana al primer cuestionamiento real a su hegemonía en un mundo bipolarmente regulado.

Hay que decir, para evitar análisis excesivamente optimistas, que dicha respuesta consiguió todos los objetivos esperables y hasta los inesperables como la disolución del Pacto de Varsovia y la posterior desintegración de la Unión Sovietica. El proyecto político e ideológico de la globalización neoliberal aparece como el fundamento de un nuevo orden económico y militar al servicio de la recuperada hegemonía de la "hiperpotencia". Veinte años después todo ese mundo está saltando por los aires y parece que estamos ante una transición sistémica (inestable y plagada de incertidumbres, como toda transición) caracterizada por una (nueva) redistribución del poder a nivel mundial y el rediseño de nuevas estructuras hegemónicas capaces de gobernar la complejidad inherente a todo configuración multipolar.

Si pensamos que el poder es siempre relacional, lo primero que aparece es la emergencia de un conjunto de Grandes Potencias Continentales (los llamados BRIC) que están disputando y compitiendo por nuevos espacios y cuyo intereses geoeconómicos y geopolíticos deben ser tenidos en cuenta. Para decirlo con más claridad: estos países exigen voz y poder de decisión porque ya pueden hacerlo, porque tienen fuerza económica, política y militar para ello. Y otros, nunca se debe olvidar, ya no tienen tanto poder como antes.

Como ejemplo lo siguiente. Oscar Ugarteche y Leonel Carranco han analizado con mucha perspicacia las relaciones económica de los países del G-7 (lo que ellos llaman el G-7 Político) con el otro G-7 real por su PIB (G-7 de las reservas). Si lo medimos en poder de Paridad de compra (2008), en primer lugar esta Usamerica (14,58), después China (7,8), Japón (4,49), India (3,32), Alemania (2,86), Inglaterra (2,28), Rusia (2,23). Brasil anda en noveno lugar, pero se calcula que pasará, consecuencia de la crisis, al octavo, sustituyendo a Francia.

Lo paradójico de la situación es que en el G-7 político están los países más endeudados del mundo (lo que Ugarterche ha denominado, con cierta gracia, los PRAE: Países Ricos Altamente Endeudados), y que los BRIC son los acreedores y los que disponen de las mayores reservas.

Hay que tomar nota de que Usamerica ha necesitado en los últimos años más de dos mil millones diarios de dólares para cuadrar sus cuentas y que consumió (para eso le sirve su control del sistema financiero y monetario internacional) en el 2007 algo más del 40 por ciento del ahorro mundial. Si a lo anterior se le añade el incremento masivo de los déficit públicos como consecuencia del salvamento de la banca y de la imperiosa necesidad de colocar Bonos del Tesoro en el mercado mundial, nos daremos cuenta del poder de los acreedores y del debate real en torno al dólar y a la reforma de las instituciones internacionales.

El otro elemento de la discusión tiene que ver con los aspectos militares y estratégicos. El declive es siempre relativo y en ciclo largo: nadie deja de ser superpotencia de un día para otro y sin lucha. Obama significa, como lo fue Carter, el reconocimiento de las nuevas realidades y el esfuerzo por gobernar la crisis y, si puede, revertirla. En esto no hay que engañarse, lo de las bases militares en Colombia o el cínico espectáculo de Honduras dice mucho de los marcos de actuación reales y de los limites del "poder blando" más o menos inteligente.

El poder real, la gran baza, sigue siendo, como siempre, el político-militar. En Octubre de este año de gravísima crisis económico-financiera, Usamerica aprobó el mayor presupuesto militar de su historia (y de la humanidad, dicho sea de paso), 626 mil millones de dólares, sin contar con los mas de 400 mil millones de dólares que se están gastando en Afganistán y en Irak, es decir, casi la mitad el presupuesto total. Para ver las dimensiones reales del asunto baste señalar que el segundo presupuesto es el de Gran Bretaña: 50 mil millones de dólares (¡el 7 por ciento del usamericano!) .Detrás, como ha señalado Chalmers Johnson, el complejo económico, militar y técnico-científico dirigiendo un operativo compuesto, fuera de Usamerica, de más de 737 bases militares desplegadas en todo el mundo y 200 mil soldados dispuestos y preparados para intervenir en cualquier momento. Todo ello, sin contar con los efectivos en las guerras que el imperio libra en este momento. Seguramente es por lo que a Obama le han dado el Premio Nobel de la Paz: asegurar su liderazgo mundial en momentos de debilidad relativa. Las élites europeas muestran su verdadera política: subalternidad y dependencia del "amigo americano". Nada de autonomía, nada de criterios propios.
Y es que esta construcción europea (con o sin Tratado de Lisboa) está hecha para esto: desmantelar el Estado Social, organizar las condiciones para hacer irreversible el modelo neoliberal; impedir la construcción de una Europa democrática y federal y hacer inviable cualquier intento de una política independiente y soberana: lo de la política internacional y lo de los nuevos escenarios geopolíticos es cosa de Usamerica.

Lima. Noviembre de 2009