domingo, 30 de marzo de 2014

Notas sobre la transición y Adolfo Suarez

Para situarse con rigor en el proceso de la Transición española y el papel en ella de Adolfo Suarez, hay que tener en cuenta, cosa que hoy se olvida, la excepcional coyuntura política nacional e internacional en la que se inserta.
Coyuntura internacional. Estaba definida por un retroceso global del imperialismo norteamericano (derrota en Vietnam), el ascenso de la URSS (aparente), de los movimientos de liberación y del movimiento obrero organizado europeo. Específicamente influyó mucho en la Transición la caída de las dictaduras portuguesa y griega y el ascenso muy potente de la izquierda, sobre todo, en el sur europeo.
La caída de las dictaduras griega y portuguesa alarmaron mucho al capitalismo europeo y a la socialdemocracia. En Portugal, destacadamente, la ruptura vino desde un lugar inesperado: la oficialidad de un ejército cansado de la larguísima guerra colonial. La Revolución de los Claveles, su radicalismo económico y social, preocupó enormemente a las clases dirigentes de nuestro país. Para unos, se trataba de amarrar aún más el propio régimen; para otros dar pasos “aperturistas” que evitaran una radicalización de la oposición al régimen.
Coyuntura nacional. Estaba definida por los siguientes datos: 1) una gravísima crisis económica que ponía en cuestión el modelo de acumulación del capitalismo español, 2) ascenso del movimiento obrero. Las CCOO (ilegales) ganaron las elecciones sindicales(sindicato vertical) en los grandes centros industriales; 3) el crecimiento de la oposición al régimen que tenía al PCE como eje aglutinante; 4) Significativa presencia de fuerzas y movimientos nacionalistas que unían lucha por la democracia con la reivindicación de los estatutos de autonomía plebiscitados en la República (“libertad, amnistía y estatuto de autonomía”); 5) La presencia de grupos armados, destacadamente Eta que contaban con un considerable apoyo de la opinión pública, sobre todo en las nacionalidades históricas; 6) dos datos para no olvidar:  la ruptura interna dentro de la Iglesia Católica que llevó a una parte de ella a aliarse con la oposición democrática y el protagonismo del movimiento estudiantil y de la intelectualidad.
Crisis del régimen franquista. Después de la muerte del dictador era evidente que el régimen surgido de la Guerra Civil entraba en un periodo de crisis  y que era necesaria otra forma de dominación política. Esto lo sabían el Rey, los poderes económicos nacionales y extranjeros, específicamente los europeos y, hay que subrayarlo, la socialdemocracia europea asustada por avance de los partidos comunistas.
La primera alternativa (gobierno Arias-Fraga) fue la “reforma del franquismo”: cambar poco para que, en lo fundamental, todo siguiera igual. En las diversas versiones de la historia se suele olvidar que este gobierno fue derrotado por la oposición política y, especial y singularmente, por el PCE. Pero hay que decirlo claramente: el PCE tuvo fuerza para impedir la reforma del franquismo pero no la tuvo para conseguir la ruptura democrática con él, aunque lo intentó mientras pudo.
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viernes, 21 de marzo de 2014

Las marchas de la dignidad. ¿El inicio de una nueva etapa?


Sigue siendo difícil pero fatigosamente se abre camino. Es duro, durísimo si se me apura, entenderlo y, sin embargo, es crucial  comprenderlo para situarse bien en el presente: el capitalismo que emerge de y por la crisis es incompatible con los derechos, las libertades y las aspiraciones de las gentes, de nuestra gentes, comunes y corrientes. La novedad es radical y extremadamente negativa: el pasado no volverá y lo que viene es mucho peor. No será fácil convertir esto en política.
 Muchos y muchas, casi todos se agarran al primer clavo, aunque sea ardiente, para eludir esta cuestión central: toca ser radicales y es necesario volver a luchar y hacerlo a fondo. Después de vivir en la maravillosa  y consoladora etapa de endeudamiento para el ladrillo (¡por fin ya somos como ellos!) despertamos y nos volvemos a encontrar con la España de siempre: derecha pura y dura que expropia y privatiza, libertades menguantes, involución social y, de nuevo, la emigración como alternativa. Por si fuera poco, Rusia, también, de nuevo, culpable. Definitivamente, el pasado que vuelve es el  que creímos que se había ido para siempre y que amenaza con convertirse en nuestro futuro.
 Cuando decíamos esto no hace demasiados años las palabras de respuesta, dejo a un lado los insultos, eran acusaciones de catastrofismo y de dogmatismo  de nostálgicos de las crisis liberadoras de la revolución.  No seguiré mucho por este lado. Lo sustantivo: la izquierda social y sindical no está a la altura de la ofensiva del capital. En el reciente pasado de construcción pactada del  capitalismo español   se han desacumulado muchas fuerzas, se han perdido dosis elevadas de tensión política y moral y, lo que es peor, se demostró con mucha claridad que las reformas reformistas (eran eso y no otra cosa) son reversibles, rápidamente  reversibles. Dicho de otro modo: la condición de las reformas, mientras que exista el capitalismo, es la organización, el proyecto alternativo de sociedad y la movilización social de las clases trabajadoras realmente existentes. Los derechos solo se garantizan con poderes sociales activos y actuantes. Sigue leyendo --->

sábado, 1 de marzo de 2014

¿Cuando comprenderemos que la llamada globalización terminó? Ucrania y Venezuela como ejemplos


No duró demasiado. La llamada globalización fue siempre un proyecto político ligado estructuralmente  a la hegemonía de los EEUU: fue el intento apenas consumado por consolidar un nuevo orden internacional  basado en su indiscutible dominio y, lo decisivo, que impidiese la emergencia de una potencia o de un conjunto de ellas que lo pusiese en cuestión. Un mundo ordenado  de tal modo que la “híper potencia” norteamericana  nunca tuviera realmente que compartir su poder.

La globalización fue también una ideología mistificadora y encubridora de la realidad. Algunos la confundieron con un Imperio que dejaba atrás al sistema imperialista, liquidaba las arcaicas relaciones Centro- Periferia, ponía fin al Estado Nación y creaba una “multitud” esclarecida capaz de cambiar el mundo de base. El ensueño no duró históricamente casi nada. Los diversos conflictos bélicos, las recurrentes crisis financieras y la “gran recesión” del 2008 pusieron de manifiesto que estamos entrando en un proceso de bifurcación histórica y que de nuevo  la hegemonía norteamericana  se cuestionaba radicalmente y con ella la globalización capitalista.
Lo que está emergiendo ante nuestros ojos es un mundo que vive una decisiva redistribución de poder, el surgimiento de nuevas y la reaparición viejas potencias que discuten el orden existente y que reclaman un régimen internacional diferente que reconozca las nuevas realidades económicas, culturales y político-militares. Retorna la geopolítica, los intereses estratégicos de los Estados, la competencia entre ellos y los durísimos conflictos para ganar influencia y ocupar espacios. Retorna la razón de la fuerza convertida en la fuerza de los Estados. La verdad es que nunca se fueron y no será fácil situarse bien ante lo que viene, sobre todo, para los que estamos del lado de las clases subalternas y de la liberación de los pueblos. No hay que olvidar, lo ha señalado recientemente Jean-Pierre Chevènement, que el fracaso de la anterior globalización capitalista costó una guerra de 30 años y millones de muertos. El mercado autorregulado capitalista, en contextos imperialistas, generan  monstruos que siempre llevan consigo desolación y muerte, inmensos sufrimientos para las personas y los pueblos.
Nada explica mejor esta nueva dinámica política internacional que los conflictos que sufren Ucrania y Venezuela. Cada uno de estos estados viven enfrentamientos internos durísimos, determinados, en gran medida, por los intereses estratégicos de las grandes potencias en su  lucha permanente por  ganar influencia y poder, por recursos y espacios en disputa, por ganar ventaja y desgatar al adversario e imponer sus reglas y mercados para los negocios de sus empresas. A esto se le ha llamado desde hace tiempo imperialismo.
La primera cosa que sorprende y que asemeja ambas situaciones  es que son “revoluciones buenas”: tienen el apoyo unánime de los medios de comunicación y sus protagonistas son presentados como valientes y dignos combatientes por la libertad. Los gobiernos no son solo “malos” son algo peor: el “enemigo”. Poco importan que estos gobiernos sean legales y hasta legítimos según los criterios normalizados por el Occidente “democrático y liberal”. La demonización es tal que lo único posible es su derrocamiento. En un país como el nuestro, donde tanto se usa y se abusa del consenso como modo normal de resolver la contienda y el conflicto político (la Transición es la luz de nuestro mundo) se defiende casi siempre, para ambos conflictos, la solución de “masas e insurreccional “.
Si algo queda claro de los “papeles de Wikileaks” o del asunto Snowden  es que el “complejo integrado” comunicacional es un arma de guerra que engarza sólidamente a los poderes políticos, económicos, servicios secretos, los medios en versión completa, y los pone a disposición de las opciones estratégicas de las grandes potencias. Los EEUU han llegado a tal sofisticación, a tal capacidad de actuar en diversos planos y espacios que convierten al mencionado complejo en un instrumento de poder solo comparable con el dispositivo político-militar.
La segunda cuestión que a nadie debiera extrañar es que Ucrania y Venezuela son objetivos geopolíticos de grandes dimensiones. Ucrania era el segundo Estado en importancia de la extinta URRS, zona de frontera y de transito de gas ruso, espacio en disputa entre Rusia y una Unión Europea cada vez más alemana, donde los intereses estratégicos norteamericanos están presentes con enorme fuerza. Contener a una Rusia recuperada, que empieza a ser de nuevo determinante en conflictos armados (Siria), en un Oriente Próximo en permanente ebullición (Irán) y donde las “primaveras” árabes se han ido convirtiendo en fríos inviernos de restauración. Más allá, el verdadero peligro: una alianza estratégica ruso-china ampliada a las ex repúblicas soviéticas, a Irán, desarrollando y ampliando la Organización de cooperación de Shangai  hasta convertirla en una alternativa a la OTAN.
Las conversaciones, filtradas, de la secretaria de Estado adjunta para Europa de los EEUU con su embajador en Kiev, muestran bien a las claras que han sido y son actores “internos” del conflicto, que lo financian generosamente y que forman parte del Estado Mayor de la insurgencia. Es más, cuando dicen aquello tan ocurrente de que “se joda la Unión Europea” lo que realmente expresan es que esta es una aliada subalterna y que también aquí la administración  norteamericana es determinante, sobre todo, cuando se enfrentan a la vieja Rusia. ¿Para qué sirve si no la OTAN?
Los intereses estratégicos de EEUU sobre Venezuela son tan conocidos y evidentes que casi no merece mucho detenerse en ellos. Solo insistir que el fundamento último de su poder imperial reside en su capacidad para controlar América Latina y sus ingentes recursos naturales de todo tipo, especialmente los energéticos. Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo reconocidas del mundo, representa el esfuerzo más consistente para superar las  políticas neoliberales y es un eje fundamental en la vertebración unitaria de la región, dirigida a conquistar la independencia del vecino del Norte.  
Ucrania y Venezuela son sociedades muy polarizadas y con una institucionalidad débil. En un caso (Ucrania) hay una polarización étnica y racial; en otro (Venezuela) es predominantemente social y de la clase. Hay dos ucranias claramente diferenciadas, una es fuertemente nacionalista y anti rusa, xenófoba y antisemita, que ha sido capaz en estos años de independencia de crear un imaginario social basado en el odio a Rusia pero, sobre todo, el odio a los rusos de “dentro”, es decir, a la mitad de la población del país. La otra Ucrania es la industrializada, la obrera, la minera que se considera por lengua, cultura e identidad próxima a Rusia y que se siente crecientemente excluida del país.
La polarización de Venezuela es básicamente social y de clase. Con el chavismo emergen los excluidos económicos, sociales y, sobre todo, políticos. La polarización existía ya  antes, ahora es visible y movilizada en nombre de un proyecto del país que le da voz, protagonismo y que busca su bienestar. El eje exclusión-inclusión es decisivo desde el punto de vista político y marca toda la fase. Desde el primer día se le combatió sistemáticamente; se usó de todo contra el nuevo régimen: huelgas económicas, boicot, golpes de estado y cualquier tipo de provocaciones. Todo eso después de 18 elecciones ganadas, las últimas hace unos pocos meses.
La clave, en uno u otro, caso es la presencia de una oposición social y política férreamente unida, que nunca da tregua  al gobierno salido de las urnas y que busca permanentemente la confrontación. Lo decisivo es la presencia de una minoría organizada, militante, muy  cohesionada ideológicamente y con gran capacidad de mantener  el cuestionamiento de la legitimidad del gobierno. El centro del discurso: construir el enemigo y organizar el mal en torno a él. El racismo siempre funciona, bien como el “otro”, bien como el pobre que nos quita el sueño ante su creciente libertad y protagonismo, las clases peligrosas como enemigas.
Ya sabemos cómo ha terminado Ucrania. Ahora desaparecerá de los medios. Nada o poco sabremos. Veremos cuál es la solidaridad real de la Unión Europea con el pueblo ucraniano y veremos lo que dan de sí las próximas elecciones. No será así con Venezuela, continuará la híper visualización de los conflictos, se contaran con pelos y señales los desórdenes públicos y nunca se dirá cual es la política real que se hace en ese país. ¿Hasta cuándo? hasta que consigan poner fin al gobierno democrático venezolano.

Manolo Monereo Pérez
http://www.cuartopoder.es/tribuna/cuando-comprenderemos-que-la-llamada-globalizacion-termino/5544