martes, 24 de febrero de 2015

Sobre el llamado debate del Estado de la Nación: de la retórica a los hechos

Esther Gómez:
nunca caminarás sola.
manolo monereo
Sobre el debate del estado de la Nación, habría que poner el acento en algunas grandes cuestiones: a) Rajoy no representa a la Nación y sus intereses; b) esta sociedad, este modelo de sociedad, es el modelo querido e impuesto por el PP; c) la ruptura del pacto social de la transición es el pacto fundante de un nuevo Régimen; d) Grecia como ejemplo.
Vayamos por partes.
Comencemos por Grecia. Basta leer los periódicos y escuchar a los tertulianos para comprender que los que mandan quieren que fracase la Grecia de Syriza. La consigna sería que Merkel le ajuste las cuentas a Tsipras. Las descalificaciones y las acusaciones de incompetencia van dirigidas a demostrar que solo cabe una política: la impuesta por los poderes económicos-financieros, legitimadas por las instituciones de la Unión. Si Grecia consiguiera sus razonables objetivos sería un mal ejemplo para los pueblos y dejaría en pésimo lugar a los gobiernos que han aceptado el austericidio ordenado por la Troika. Como podemos fácilmente entender, lo que está en juego es algo más que las negociaciones con Grecia: es este concreto y preciso modelo de integración europeo que es la Unión Europea y, específicamente, la relación entre un centro cada vez más poderoso y determinante, hegemonizado por Alemania, y un sur siempre más dependiente y subalterno. No hay que engañarse, si fracasa Syriza, el mensaje es claro: dentro de la Unión Europea no hay salvación y, consiguientemente, habría que plantearse el retorno a los Estados Nación como requisito previo para una estrategia nacional-popular.
En segundo lugar, Rajoy: ¿a qué Nación representa? El PP habla y habla de soberanía nacional, de soberanía popular para oponerse a las nacionalidades históricas y rechazar el derecho a la autodeterminación. Como la derecha catalana, la contradicción es solo aparente, el PP es partidario decidido de esta Europa y comparte plenamente las políticas que empobrecen a la ciudadanía y la expropia de derechos sociales, sindicales, laborales y políticos. Su patria, la de unos y la de otros, lo sabemos todos, está en el bolsillo y en las cuentas opacas de Suiza.

Rajoy es un “mandado”, un administrador (gerente) de los interés del capital financiero-inmobiliario, de la oligarquía, de la plutocracia. De nuevo podemos emplear Vichy como metáfora; nos referimos, claro está, al Régimen colaboracionista del mariscal Pétain: la Europa Alemana es el medio para conseguir lo que la derecha, las diversas y asociadas derechas, no podría haber obtenido en solitario sin pagar un altísimo coste. Antes, la amenaza eran las divisiones panzer; ahora, es el capitalismo financiero es sus diversas formas y modalidades. El objetivo es muy similar: doblegar a los pueblos, imponer una democracia limitada y oligárquica y poner fin a los derechos históricamente conquistados por el movimiento obrero organizado. Rajoy es algo más que un discípulo aventajado de Merkel, representa a una burguesía parasitaria y subalterna, a un bloque de poder, que está de acuerdo con el diseño que los grandes poderes centrales europeos han definido para nuestro país y que nos configura como una periferia económica dependiente y subdesarrollada y como un protectorado político sin libertad y autogobierno democrático. Seguir leyendo -->

viernes, 13 de febrero de 2015

Podemos e IU. Ahora a construir la Unidad Popular


Para Hugo Martínez Albarca, 
desde el orgánico partido


La salida de Tania Sánchez agrava la crisis de IU y debilita la posición de Alberto Garzón. Los hechos son tercos e invitan a tomarlos en cuenta o, al menos, partir de ellos. La discusión de cuántos y cuántas se van, las condenas y hasta insultos lo único que prueban es una infinita mala fe y no entender lo que pasa, los que nos pasa. Que Tania deje la IU-organización significa una derrota colectiva, un fracaso de un modo y estilo de hacer, digámoslo así, “dirección” y una demostración más de que los obstáculos para una renovación, refundación, fundación, de Izquierda Unida son extremadamente fuertes, tanto que ya no nos quedan objetivos para nombrar lo mismo, una y otra vez defendido con diversos nombres y, una y otra vez, aplazados cuando no ridículamente negados por los que habían sido elegidos para llevarlos a cabo. Lo que está en juego es si IU es (auto-) reformable más allá de las solemnes declaraciones.

Aquí y ahora, lo fundamental y prioritario es la política, dejarse de lenguajes que nada dicen y situar en el centro el debate político, estratégico y programático en torno a la ruptura democrática y al proceso constituyente. Las cosas están llegando ya a tales extremos que se empieza a dar la paradoja de gentes que abandonan IU para poder seguir defendiendo verazmente su proyecto histórico, aunque sea en otra formación política; para decirlo con más precisión, se puede estar iniciando ya un proceso, la “otra” refundación, de progresiva separación de IU-organización, de IU-proyecto. No es poca cosa. Se necesita, por lo tanto, volver a la política con mayúsculas, para encontrar en ella y desde ella los elementos que permitan crear futuro, ilusión y confianza en las propias fuerzas. Si no, nada será posible.

Las dos ideas básicas que deberían organizar nuestra ofensiva sería la Unidad Popular como estrategia y el “partido orgánico” como fundamento. Ambas cosas esta relacionas. ¿Qué significa la estrategia de Unidad Popular? Es sencillo: que para la transformación social no basta solo ganar unas elecciones, sabiendo que son extremamente importantes, sino que hace falta transformar el poder (en el Estado y más allá) y que para eso es necesario crear una fuerte y compacta Unidad Popular en la sociedad que compense, amortigüe, debilite, la desigualdad de poder existente (económico, político, cultural-mediático) entre las clases dominantes y las clases subalternas.
Si tomamos nota de la marcha de Podemos de las semanas pasadas, las encuesta de opinión y el clima social, se nota que emerge con fuerza un sujeto nacional-popular, democrático-plebeyo que se autoorganiza y busca ser protagonista del cambio político. Esto es lo decisivo: sin unos fuertes poderes sociales, que organicen a las y a los de abajo, que creen alianzas sociales y políticas, que fomenten nuevos patrones culturales, no será posible la transformación social en un sentido justiciero. Los jóvenes, hombres y mujeres, van a jugar un papel decisivo en estos procesos; de hecho ya lo están jugando. -->